Tics Nerviosos...
Los tics nerviosos de nuestros niños nos ponen muy nerviosos a los adultos, porque nos ataca la ansiedad y pensamos que les van a durar para toda la vida.
Se trata de movimientos musculares o sonidos guturales involuntarios que se repiten una y otra vez, de acuerdo a la circunstancia por la que esté pasando esa persona. Antes de que les sucediera a estos pequeñines, los observábamos en los demás como una rareza, sin imaginar que algún día el tema golpearía a nuestra puerta.
¿Cómo puede ser que de la noche a la mañana el chico comience a tener ese comportamiento extraño? ¿De dónde lo sacó? ¿Cómo se lo quitamos?
Se dice que alrededor del 1 % de la población padece de tics nerviosos. Sin embargo, la mayoría de los chicos tiene una etapa en la que experimenta alguna reacción de este tipo. Carraspear con la garganta, parpadear fuerte los ojos, tartamudear, encoger los hombros abruptamente, mover la boca hacia un costado, comerse la uñas, chuparse el dedo pulgar… En general, no se trata de un problema grave, sino simplemente es una forma de que los niños liberen tensiones. De todas maneras, hay pacientes con problemas orgánicos o neurológicos que requieren estudios especiales e, incluso, tratamientos con medicación.
¿A causa de qué?
“Hay distintas posturas sobre su origen y ninguna invalida a la otra si consideramos a una persona como un ser integral biológico, cognitivo, psíquico y afectivo”, explica la licenciada en psicopedagogía Florencia Diggs. “Si se habla desde el punto de vista psicológico, se considera que el tic es un síntoma emergente de un conflicto no resuelto, inconscientemente, como por ejemplo, no haber logrado una resolución del complejo de Edipo. Muchas veces, en los niños que los desarrollan pueden existir previamente trastornos de hiperactividad o déficits de atención.”
Según la especialista, es muy común observarlos en los chicos en edad escolar (en general se trata de casos leves). Suelen hacer un pico a los cinco años, pero también se los ha podido observar en niños más pequeños. Son producto de las situaciones emocionales que los llevan a querer llamar la atención; entonces, simplemente requieren de la observación del adulto, ya que se ha comprobado que si se les corrige en el momento de hacerlo, voluntariamente pueden dejar de repetirlos. De lo contrario, si perduran en el tiempo, es necesario hacer una consulta psicológica y neurológica.
En los casos en los que el costado del problema está relacionado específicamente con lo biológico, se los considera como enfermedades neurológicas; pueden ser generados por infecciones o por desordenes genéticos y metabólicos. De lo que no hay dudas, es que siempre incide tanto el estado psíquico de la persona como el orgánico.
Los tratamientos que suelen recomendarse son las psicoterapias o el psicoanálisis. Aunque son pocas, hay veces que los pacientes deben ser medicados. Por ejemplo, a quienes padecen el llamado síndrome de “Tourette”, que es muy complejo y severo. Se trata de una enfermedad neurológica que persiste en el tiempo y se caracteriza por tics simples, complejos y vocales. En este caso el tratamiento es farmacológico (sin otra posibilidad), y neuropsicológico, en el que también es necesario trabajar con la familia y el círculo de gente con el que tiene contacto. Se hace evidente en la niñez a partir de los dos años y hasta la adolescencia. Pero lamentablemente aún no hay una medicación que elimine todos los síntomas.
Respecto de los casos leves, así como aparecen suelen desaparecer. Lo ideal es no poner demasiado énfasis en el tema y mucho menos retar a los niños, ya que no lo hacen de manera voluntaria. Si los padres observan que se produce en un momento de tensión, una sugerencia es intentar que se relajen. Para eso, la respiración lenta y profunda puede resultar un buen ejercicio.
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